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Nuevas Formas de la Devoción

 

Santa Maria Faustina, a través de su Diario, nos da a conocer Nuevas Formas de devoción al culto de la Divina Misericordia que el mismo Señor Jesús le da a conocer impartiendo instrucciones específicas sobre cada una de ellas y vinculándolas al mismo tiempo con grandes promesas bajo la condición de confiar en Dios y practicar el amor activo hacia el prójimo.

  • La imagen de la Divina Misericordia con la inscripción: Jesús, en ti confío,

  • La fiesta de la Divina Misericordia el primer domingo después de la Pascua de Resurrección,

  • La Coronilla a la Divina Misericordia,

  • La oración a la hora de la Misericordia (las tres de la tarde),

  • La Novena de Coronillas que comienza el Viernes Santo,

  • La propagación del culto a la Divina Misericordia.

Todas estas nuevas formas de devoción a la Divina Misericordia son los instrumentos que Jesús, Señor nuestro y Dios nuestro,  utiliza para atraernos hacia Él. Una vez que nos tiene en su presencia, nos llama a escuchar Su mensaje – el mensaje de la Divina Misericordia. Santa Faustina, obedientemente, lo escribió en su Diario para que llegase un día a nuestras manos.

Cuando estudiamos detenidamente cada una de estas Nuevas Formas de Devoción a la Divina Misericordia, vemos que el mensaje que ellas mismas nos ofrecen gira alrededor de un solo objetivo – nuestra salvación.    

 

LA IMAGEN Y EL MENSAJE

 

Los rayos rojo y blanco mostrados en la imagen se refieren al corazón traspasado de Jesús de donde brota la Sangre del Sacramento de la Eucaristía que nos da la vida, y el agua del Bautismo que nos perdona, nos santifica, nos justifica, nos hace una nueva criatura.

 

El Señor explica el significado de los rayos y las promesas relacionadas con ellos:

“Los dos rayos significan la Sangre y el Agua.  El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas.  El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas. Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de Mi misericordia cuando Mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza. Estos rayos protegen a las almas de la indignación de Mi Padre.  Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios". (Diario 299)

Podemos leer la oración que Jesús nos enseña para recibir la gracia de la conversión; oración que se refiere a los rayos – la Sangre y el Agua.

“Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como una Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío”. (Diario 187)

 

La inscripción al pie de la imagen, “Jesús, en Ti confío”, habla claramente de la confianza. Por un expreso deseo de Jesús, la imagen que representa la Divina Misericordia, es decir a Jesús Misericordioso, ha de ser una forma de recordar el deber fundamental del cristiano – el amor al prójimo. “Esta imagen recordará a los hombres las exigencias de mi misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil” (Diario 742). Nos recuerda también que la confianza en Dios nos garantiza las gracias que nos ayudarán a vivir esa vida de santidad que nos abrirá las puertas del Reino de los Cielos.

“Las gracias de Mi misericordia se toman con un solo recipiente y éste es la confianza.  Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá.  Las almas que confían sin límites son Mi gran consuelo, porque en tales almas vierto todos los tesoros de Mis gracias.  Me alegro de que pidan mucho, porque Mi deseo es dar mucho, muchísimo.  Me pongo triste, en cambio, si las almas piden poco, estrechan sus corazones”

(Diario 1578)

Estando ya bautizados, si hemos pecado, si nos hemos enemistado con Dios, para poder reconciliarnos una vez más con Él, tenemos que recurrir a la fuente de Su misericordia que es el Sacramento de la Confesión. Pero para hacerlo, tenemos que confiar en Él. Por eso la jaculatoria, «Jesús en Ti confío», nos recuerda e invita a acercarnos a este sacramento – el tribunal de la Misericordia – donde nadie se condena, al contrario, recibimos el perdón por la misericordia infinita e insondable.

 

LA FIESTA Y EL MENSAJE

 

De entre todas las Nueva Formas de la Devoción a la Divina Misericordia, esta es la que tiene mayor rango. La Fiesta de la Divina Misericordia es una prolongación del misterio Pascual de Jesús – su Pasión, Muerte y Resurrección – que comienza el domingo después del Domingo de Resurrección. La elección del primer domingo después de Pascua tiene su profundo sentido teológico: indica la estrecha unión entre el misterio pascual de Redención y la fiesta de la Misericordia. Jesús explicó el motivo por el cual exigió el establecimiento de esta fiesta: "Las almas mueren a pesar de mi dolorosa pasión (...). Si no adoran mi misericordia, morirán para siempre" (Diario 965).

 

Las promesas que la acompañan demuestran la magni­tud de la Fiesta: "Qué en aquel día, quien se acerque a la Fuente de la Vida, conseguirá la remisión total de las culpas y de las penas" (Diario 300)  La Santa Comunión, recibida dignamente ese mismo día, permite obte­ner la gracia excepcional: "de la remisión total de las culpas y de las penas". Esta gracia es algo mucho más grande que la indulgen­cia plenaria que consiste en perdonar solo las penas temporales merecidas por los pecados cometidos (...). En dichas prome­sas, Cristo relacionó el perdón de las cul­pas y de las penas con la Santa Comunión recibida durante la Fiesta de la Misericordia elevándola, en ese aspecto, al nivel de "segundo bautismo". Es obvio que la santa Comunión debe ser dignamen­te recibida, durante esa fiesta, y que también se deben cumplir las exigencias fundamentales de la devoción a la Divina Misericordia. La Santa Comunión tiene que ser recibida el mismo día de la Fiesta de la Misericordia mientras que la Confesión puede hacerse incluso algunos días antes; lo importante es que no haya apego a ningún pecado. El Señor Jesús que no limitó su generosi­dad solo a esa gracia excepcional, dijo:

 

LA CORONILLA Y EL MENSAJE

 

Esta oración le es dada a Santa Faustina por el mismo Jesús. Es una oración dirigida a Su Padre donde Jesús demuestra su preocupación por las almas que se condenan porque no confían en su Misericordia. Esto lo podemos ver en el texto que se reza en las cuentas del Padrenuestro: “Padre eterno, te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, Alma y Divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo como propiciación por nuestros pecados y los del mundo entero”. (Diario 476)

 

Aquí podemos ver Su interés en recordarnos que Él se ofreció en sacrificio en la Cruz para reconciliarnos con el Padre (en propiciación) por  la ofensa tan grande que recibió por el pecado original y los demás cometidos por el mundo entero; y también recordarnos que se ha quedado con nosotros en el Sacramento de la Eucaristía para que hoy nosotros también podemos ofrecer la Sagrada Comunión de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, por nosotros mismos, nuestras intenciones personales y por el mundo entero. Y le suplica al Padre: “Por Su dolorosa Pasión ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.  Y, una vez más, nos recuerda cuanto sufrió en su Pasión, ofreciéndose en sacrificio por nosotros, diciéndonos que aprovechemos los méritos que el ganó en la Cruz y le pidamos al Padre que los acepte en ofrenda por su misericordia hacia nosotros y el mundo entero. En definitiva, el mensaje enfoca distintos aspectos del plan de salvación de Dios para que nosotros podamos llegar a entenderlo y podamos actuar en consecuencia sabiendo que Dios nos ama entrañablemente.

 

La Santa Coronilla puede rezarse en cualquier momento y con cualquier intención. El Señor señala específicamente durante la hora de las tres – la Hora de la Misericordia – y también nos invita a rezar una novena de coronillas comenzando el Viernes Santo y terminando el sábado antes de la Fiesta. En otras ocasiones nos invita a rezarla cuando le visitamos en el Santísimo. Santa Faustina la rezaba, sobre todo, cuando visitaba los moribundos o cuando oraba por los pecadores empedernidos; también para interceder por el prójimo o para amainar las tempestades.

 

LA HORA DE LAS TRES Y EL MENSAJE

 

“A las tres, ruega por Mi misericordia, en especial para los pecadores y aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi abandono en el momento de Mi agonía.  Ésta es la hora de la gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré penetrar en Mi tristeza mortal.  En esta hora nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión” (Diario 1320)

 

“Te recuerdo, hija Mía, que cuántas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete totalmente en Mi misericordia, adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el mundo entero y especialmente para los pobres pecadores, ya que en ese momento se abrió de par en par para cada alma.  En esa hora puedes obtener todo lo que pides para ti y para los demás.  En esa hora se estableció la gracia para el mundo entero: la misericordia triunfó sobre la justicia.  Hija Mía, en esa hora procura rezar el Via Crucis, en cuanto te lo permitan los deberes; y si no puedes rezar el Via Crucis, por lo menos entra un momento en la capilla y adora en el Santísimo Sacramento a Mi Corazón que está lleno de misericordia.  Y si no puedes entrar en la capilla, sumérgete en oración allí donde estés, aunque sea por un brevísimo instante.  Exijo el culto a Mi misericordia de cada criatura, pero primero de ti, ya que a ti te he dado a conocer este misterio de modo más profundo” (Diario 1572)

 

Claramente el Señor otra vez nos refiere al misterio Pascual. Su Pasión, Muerte y Resurrección. Específicamente le pide a Santa Faustina, y por consiguiente a nosotros, que en la Hora de la Misericordia reflexionemos; que meditemos su Pasión, comenzando con su terrible agonía en el Huerto de los Olivos; sobre el misterio eucarístico donde instituye el Sacramento de la Eucaristía; misterio de la realidad espiritual y, a su vez física, del sacrificio incruento (sin sangre) en el altar de la Última Cena y el sacrificio cruento (sangriento) del Calvario. Un solo sacrificio que nos permite estar presente en el único sacrificio que se realizó hace dos mil años y que se actualiza en cada Santa Misa de manera que todos lo que estamos presente podemos verlo con los ojos espirituales como si estuviéramos en el Calvario hace dos mil años.

 

LA PROPAGACIÓN DEL MENSAJE

 

Todo católico está llamado por su bautismo a anunciar la Buena Noticia a todas las naciones: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28:19-20)  El deseo más grande de Dios es que todos los hombres se salven. Nosotros los cristianos somos los llamados a dar a conocer a Cristo al resto de la humanidad, pues si no lo hacemos nosotros, ¿Quién entonces lo podría hacer? Hoy somos católicos, cristianos porque los primeros cristianos cumplieron con su compromiso de dar a conocer a Cristo; hasta ofrecieron sus vidas por vivir el mensaje del Evangelio y no renunciar a su fe.  El mensaje de la Devoción a la Divina Misericordia es el mensaje de la Santa Madre Iglesia. Siendo mensajeros de la Devoción a la Divina Misericordia propagando su mensaje, estamos proclamando la Buena Noticia del Evangelio – el kerygma – las verdades de nuestra fe y doctrina católica.

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